viernes, 30 de marzo de 2007

El genocidio kurdo a manos de Saddam Hussein

Reseña de internet / www.liberalismo.org
Sadam Husein llegó al poder de la mano de su tío Jairallah, admirador de Hitler y dirigente del partido Baas, implantación del partido Nacional Socialista alemán en la zona. Llegado al poder, tras el golpe de Estado de 1968 del partido Baas, Sadam Husein se afianzaba en el mismo al encargarse de una de las ramas de la construcción del Estado Socialista en la que ya había destacado, apuntando una capacidad que luego iba a alcanzar su apogeo: la represión de sus enemigos.
Más tarde se vería abocado a la rama económica, implantando un sistema de planificación que impidió progresar a una población que miraba absorta la aparatosa riqueza de la clase dirigente. Por un lado buscó la ayuda de Moscú en 1970 y 1972 para acabar eficazmente con la oposición kurda, lo que el Kremlin aceptó a cambio de que acabara con la dura persecución de los comunistas. Por otro contó con la ayuda de Francia que, a cambio de participar en el negocio del petróleo, recientemente nacionalizado, renunció a tomar represalias por la nacionalización. Ambos pactos permitieron a Sadam Husein duplicar el tamaño del ejército entre 1970 y 1975, con armamento principalmente procedente de las dos naciones señaladas.
Estos movimientos fortalecieron la posición de Husein, hasta que el 17 de julio de 1979 logró alcanzar el poder y crear un régimen a su gusto. Según el responsable de la ONU para los Derechos Humanos en Irak, hasta poco antes de la guerra que le derrocara la de Sadam era "la dictadura más cruel que se haya visto en el mundo desde la Segunda Guerra Mundial"

Los días 17 y el 18 de marzo de 1988, la ciudad iraquí de Halabja fue regada con bombas químicas y con bombas racimo en más de veinte ocasiones. La mañana del viernes 17, una parte de la población estaba durmiendo en sus casas y los gases mortales no les permitieron ni levantarse de sus camas. A otros les dio tiempo a emprender una huida absurda, que esparciría sus cadáveres por las calles de la ciudad. Era temprano y la vida de la ciudad, de 70.000 habitantes, empezaba a desperezarse en un cálido día de primavera, justo antes de detenerse.

lunes, 26 de marzo de 2007

Guantanamo. Cinco años ya y ninguna vista judicial independiente ni ningún contacto familiar: ¿Éste es el sistema americano?

(Khalid Al-Odah - Annistia Internacional)

Piensen en esto. En los últimos cinco años, Estados Unidos, el país más poderoso del mundo, ha derrocado a Sadam Husein, un dictador despiadado. Y tras la caída desu régimen en 2003, fuerzas estadounidenses lo capturaron, y fue juzgado, condenado y ejecutado. Durante estos mismos cinco años han muerto el papa Juan Pablo II, Ronald Reagan y Yasir Arafat. El amado soberano de Kuwait, Sheik Jaber Alsabah, también ha fallecido, y ahora tenemos un nuevo monarca, un nuevo príncipe heredero, un nuevo primer ministro y un nuevo Parlamento.Todo esto ha sucedido en los últimos cinco años y, sin embargo, para mi hijo Fawzi –recluido en Guantánamo desde el 11 de enero de 2002– el tiempo se ha detenido. Fawzi ha pasado todo este tiempo en una celda de 2 x 2,5 metros, a menudo en régimen de aislamiento, y no se le ha permitido ningún contacto con sus familiares. Incluso a los condenados a muerte recluidos en cárceles estadounidenses se les trata mejor. Fawzi y nuestra familia han quedado marcados de forma indeleble por el trato que se le ha dado. ¿Y para qué? Cuando mi familia se enteró de la detención de Fawzi a principios de 2002, éramos optimistas, pues pensábamos que, en unos meses como máximo, lo juzgarían y se demostraría su inocencia. Al fin y al cabo, los estadounidenses creen sin duda en la justicia, en los juicios rápidos, en que se deben evitar los castigos crueles e inusitados, en que las personas son inocentes hasta que se demuestre lo contrario y en que nadie está por encima de la ley. De hecho, todo esto está escrito en la Constitución de Estados Unidos y establecido en el sistema legal estadounidense.Sin embargo, un juicio rápido e imparcial es precisamente lo que no ha tenido lugar. Todo lo contrario. El gobierno estadounidense no facilitó vistas judiciales durante años. Luego organizó vistas judiciales que eran una farsa, porque los jueces no eran independientes del "carcelero". Ninguna democracia conocida ha actuado nunca de esta manera. ¿Por qué lo está haciendo Estados Unidos?Al creer en el sistema americano, mi familia y yo llevamos nuestros motivos de queja a los tribunales estadounidenses. El gobierno de Bush utilizó todo su poder para ponernos obstáculos. Sin embargo, después de colaborar con el sistema legal estadounidense durante más de dos años, nuestras mermadas esperanzas se reavivaron cuando la Corte Suprema de Estados Unidos resolvió, en la causa Rasul v. Bush, que el sistema judicial estadounidense tenía la facultad de determinar si ciudadanos extranjeros estaban encarcelados legítimamente. Con esta decisión judicial, nuestra fe en el sistema estadounidense pareció tener su recompensa. Pero una vez más el gobierno de Bush utilizó tácticas obstruccionistas con sus propios tribunales federales. En lugar de celebrar vistas judiciales ante magistrados independientes, el gobierno estadounidense creó tribunales militares cuyos jueces están a las órdenes del gobierno. La independencia, el proceso debido y la justicia brillan por su ausencia en estos tribunales. En junio de 2006, mientras Sadam Husein estaba siendo juzgado en Irak, la Corte Suprema de Estados Unidos falló una vez más en contra del gobierno, al confirmar la impugnación presentada por un detenido en Guantánamo contra los juicios realizados por las comisiones militares creadas por el presidente Bush. Sin embargo, tres meses y medio después, el Congreso de Estados Unidos siguió impidiéndonos el acceso a un tribunal independiente al promulgar la Ley de Comisiones Militares. Esta ley impide a mi hijo impugnar su reclusión mediante una petición de hábeas corpus –un derecho básico de todos los presos– y vuelve a contemplar la utilización de tribunales judiciales que no son independientes, que no actúan con rapidez, que no conceden a nuestro hijo el derecho a asistencia letrada elegida por él, que no le garantizan el acceso a las pruebas utilizadas en su contra, que no excluyen las pruebas obtenidas bajo tortura y que no establecen un plazo para la puesta en libertad de los detenidos. Así es como persiste esta detención indefinida sin contacto con familiares, algo que no tiene precedentes en la historia estadounidense y que ahora está punto de alcanzar su quinto aniversario.Como padre, me aflige profundamente que se esté utilizando el sistema estadounidense para impedir a mi hijo un juicio justo y rápido y todo contacto con sus familiares. Comprendo y acepto que las prisiones no se construyen para que sean confortables. Pero, al encontrarse en una situación de indefinición jurídica, con una incertidumbre absoluta sobre su suerte y un aislamiento completo de sus seres queridos, nuestro hijo y los otros detenidos en Guantánamo han sido sometidos a un castigo superior al impuesto a las personas declaradas culpables de delitos. No es posible que éste sea el sistema americano, pues constituye el epítome del castigo cruel e inusitado.Nuestro hijo es una persona honorable y caritativa, que viajó a la región fronteriza entre Pakistán y Afganistán en 2001 para realizar labores de asistencia, ayudar a los pobres y dar clases. Después de los atentados del 11 de septiembre de 2001, trató de huir de la zona y volver con nuestra familia en Kuwait. Cuando se hallaba en camino, fue capturado por cazadores de recompensas paquistaníes, que lo entregaron de inmediato a las fuerzas estadounidenses. Nuestro hijo es una víctima de las circunstancias, no una amenaza para Estados Unidos. Tengo plena confianza en que si Fawzi fuera acusado y juzgado por un tribunal independiente, lo absolverían y lo pondrían en libertad.Si el gobierno de Bush considera que mi hijo es peligroso –una de esas personas a quienes altos cargos estadounidenses han llamado "lo peor de lo peor"– ¿por qué razón el presidente de la nación más poderosa del mundo teme que sea sometido a juicio en el sistema legal de este país? ¿Qué miedo puede tener el presidente a que nuestro hijo comparezca ante un tribunal de justicia estadounidense suficientemente capacitado para juzgar a asesinos, violadores, atracadores de bancos, gángsteres y a Timothy McVeigh, autor del atentado con bomba en Oklahoma City?Sigue en pie mi enorme fe en los valores estadounidenses y en el sistema judicial de Estados Unidos. Pero después de cinco años de decepciones, tengo poca fe en que el gobierno de Bush esté dispuesto a mantener estos valores.Cuando se cumple el quinto aniversario del centro de detención de Guantánamo, espero que se haga justicia a los hombres detenidos en Guantánamo antes de que tengamos la oportunidad de conmemorar el sexto aniversario, y rezo para que se haga realidad esta esperanza. Doy las gracias a Amnistía Internacional y a otras organizaciones que me están ayudando a luchar en defensa de los hombres que no pueden luchar por sí mismos.Que Dios bendiga a Estados Unidos y que los jóvenes encarcelados en Guantánamo sean juzgados o puestos en libertad.

El Genocidio de los Gemeres Rojos (Camboya)

(Daniel Martinez Herrera - www.liberalismo.org)

En Camboya tuvo lugar el experimento de ingeniería social más atrevido y radical de todos los tiempos. Fue el comunismo llevado a su consecuencia lógica, a su mayor extremo. El dinero desapareció y la colectivización integral se llevó a cabo en sólo dos meses. El gobierno del Angkar duró tres años y ocho meses y sembró de cadáveres el país: alrededor de dos millones de muertos para una población total de ocho millones.Pin Yatay, superviviente, nos cuenta que "en la Kampuchea democrática no había cárceles, ni tribunales, ni universidades, ni institutos, ni moneda, ni deporte, ni distracciones… En una jornada de veinticuatro horas no se toleraba ningún tiempo muerto. La vida cotidiana se dividía del modo siguiente: doce horas de trabajo físico, dos horas para comer, tres para el descanso y la educación, siete horas de sueño. Estábamos en un inmenso campo de concentración. Ya no había justicia. Era el Angkar el que decidía todos los actos de nuestra vida"Pol Pot y sus jemeres rojos iniciaron en 1970 una guerra civil apoyada por el gobierno de Hô Chi Minh. Ya entonces mostraron su extrema crueldad: no sólo los prisioneros fueron maltratados y ejecutados, sino que también fueron encarcelados sus familias, reales o inventadas, monjes budistas, gente sospechosa en general, etc.. En las prisiones, los malos tratos, el hambre y las enfermedades acabaron con casi todos ellos y, desde luego, con la totalidad de los niños detenidos.Pero ese horror en guerra no era más que el preludio de lo que llegaría desde que el 17 de abril de 1975 ésta terminó con el triunfo de Pol Pot y los suyos. La primera medida fue el desalojo de los más de 3 millones de habitantes de las ciudades, realizada inmediatamente. Esto provocó la división entre "viejos" (los campesinos de siempre) y "nuevos" (los habitantes de las ciudades reconvertidos), de los que estos últimos se llevarían la peor parte de la represión que vino más tarde.El horror cotidiano
En las prisiones se numeraba y fotografiaba a las víctimas del Partido Comunista antes de su ejecución. Si el torso estaba desnudo, el papel con el número se sujetaba con un imperdible a la piel.La "Kampuchea democrática" dejó en sus supervivientes una pérdida completa de valores; la supervivencia exigía la adaptación a las nuevas reglas del juego, de las cuales la primera era el desprecio a la vida humana. "Perderte no es una pérdida. Conservarte no es de ninguna utilidad", según rezaban los manuales del Angkar.Pol Pot anunciaba un futuro radiante en sus discursos. Prometía pasar de la tonelada de arroz por hectárea y año a tres en breve sucesión. El arroz se convirtió en el monocultivo. Los mandos obligaban a trabajar sin descanso a los esclavos a su mando, para mejorar su reputación entre sus superiores. En algunos extremos se llegaba a jornadas de 18 horas, en la que los hombres más robustos eran los que padecían mayores exigencias y, en consecuencia, morían antes.No obstante, la planificación central y el desprecio por la técnica (sustituida por la educación política) destruyeron la hasta entonces siempre próspera cosecha arrocera camboyana. Para finales del 76 se calculaba que la superficie cultivada era la mitad que antes del 75. El hambre era inevitable y, con él, la deshumanización y el sometimiento al Angkar. Aunque quizá menos extendido que en la China del "Gran Salto Adelante", el canibalismo se convierte en costumbre.La familia era considerada una forma de resistencia natural al poder absoluto del Partido, que debía llevar al individuo a una dependencia total del Estado. Por tanto, las familias eran separadas y la autoridad paterna castigada: la educación era responsabilidad exclusiva del Angkar. Los sentimientos humanos eran despreciados y considerados un pecado de individualismo. Al intentar ayudar a una vecina, Pin Yatay se ganó esta reprimenda: "No es su deber ayudarla, al contrario, esto demuestra que todavía tiene usted piedad y sentimientos de amistad. Hay que renunciar a esos sentimientos y extirpar de su mente las inclinaciones individualistas."Los esclavos pertenecen al sistema, no a sí mismos. Su vida es totalmente regulada. Había de evitar cualquier fallo, incluso involuntario, un resbalón, la rotura de un vaso, no podían ser un error sino una traición contrarrevolucionaria que conducía a un castigo seguro. A veces, la muerte. O la flagelación, que en los más débiles era equivalente. Los niños espiaban a los mayores en busca de culpabilidades reales o inventadas. Pero no había muertos, esa palabra era tabú, ahora tan sólo existían cuerpos que desaparecen."Basta un millón de buenos revolucionarios para el país que nosotros construimos", se rezaba en las reuniones de los jemeres rojos. El destino de los demás era evidente. La muerte cotidiana era lo frecuente; curiosamente los casos considerados graves eran los que iban a prisión, donde se obligaba con tortura a la delación y, finalmente, se ejecutaba a los presos. Un detenido por el crimen de hablar inglés cuenta como fue encadenado con unos grilletes que cortaban la piel y torturado durante meses. El desmayo era su único alivio. Todas las noches los guardias se llevaban a varios prisioneros a los que nunca volvían a ver. Él pudo sobrevivir gracias a las fábulas de Esopo y cuentos jemeres tradicionales que contaba a los adolescentes y niños que eran sus guardianes.Los niños no se libraban de la crueldad del sistema carcelario. Muchos eran encarcelados por robar comida. Los guardianes los golpeaban y daban patadas hasta que morían. Los convertían en juguetes vivos, colgándolos de los pies, luego trataban de acertarles con sus patadas mientras se balanceaban. En una marisma cercana a la prisión, los hundían y, cuando empezaban las convulsiones, dejaban que apareciera su cabeza para sumergirlos de nuevo.En los campos, lo que atemorizaba era la imprevisibilidad y el misterio que rodeaban las innumerables desapariciones. Los asesinatos se llevaban a cabo con discreción. Era frecuente el uso de los cadáveres como abono. No obstante, la brutalidad reaparecía en el momento de la ejecución: para ahorrar balas sólo un 29% eran disparados. El 53% moría con el cráneo aplastado, el 6% ahorcado, el 5% apaleado.Camboya, hoy
Pol Pot al frente de una columna de seguidores, en 1979, poco antes de ser derrocado.Algunos autores niegan la inclusión del exterminio por razones políticas dentro del ámbito del genocidio. No hacen más que seguir las órdenes de la extinta URSS, el único país que, por razones evidentes, se opuso a incluir a éstos dentro de la definición de genocidio de la ONU.La educación política recibida del Partido Comunista de Kampuchea persiste aún en Camboya. Los valores humanos han sido sustituidos por un cinismo y egoísmo que comprometen cualquier tipo de desarrollo. Aún persisten jemeres rojos parapetados tras campos de minas, lo que ha convertido a este país en el que posee mayor número de mutilados, sobre todo en adolescentes y niños.

jueves, 22 de marzo de 2007

Tuertos Obcecados

Reseña de prensa/ El País (Marzo 7th, 2007 Juventudes Liberales)

Decíamos ayer…, y caemos en esa insufrible pero frecuente costumbre de tantos de citarse a sí mismos, con o sin pretexto de fray Luis de León. Decía el 24 de agosto de 1994, hace casi trece años, en un artículo titulado Los obcecados, que “en España siguen aún algunos empeñados en defender su último laboratorio social, su terrárium caribeño para experimentos con seres vivos”. Hablaba sobre el doloroso hecho de que en Cuba, el régimen de Fidel Castro, ese triste Ceausescu de las Antillas, se había convertido en trágica excepción, pura astracanada, cuando en Europa el comunismo caía al basurero de la historia bajo la ofensiva de una revolución democrática. El muro de Berlín era escombros y los tenebrosos aparatchiks, líderes del Pacto de Varsovia, cuya única legitimidad era el miedo, eran ya caterva liquidada, unos depuestos y otros muertos.

El relativismo moral del izquierdismo europeo pretende hacer de Castro un estadista decenteLamentaba entonces que en el seno de las democracias camparan, sin ninguna vergüenza, los defensores de aquella ideología totalitaria redentora, la que más víctimas había generado en la historia, aún más que el totalitarismo único que siempre será el nazismo. Algo no funciona moralmente en quien ve en Joseph Mengele un monstruo y en Laurenti Beria un simple amigo de Santiago Carrillo. La experimentación social izquierdista nunca ha sido tan condenada como la nazi, por lo que siempre se corre el riesgo de que sea rehabilitada. Como en Cuba. Cuando los comunistas defienden la experimentación en Cuba, no sólo defienden a Castro; también exoneran a Mengele. Nunca derrotados en guerra, los comunistas acabaron viendo la caída del muro de Berlín como un accidente. Eso salvó al régimen de Castro. Y hundió a Cuba por tres lustros más. Eso y todo ese ejército de colaboracionistas con las dictaduras comunistas que nunca fueron juzgados por las democracias como aquellos que se vendieron al nazismo o al fascismo. Son legión desde hace décadas esos que perseguirían a Pinochet o a Stroessner, sus hijos o nietos, más allá de la tumba, pero jalean a Castro, un déspota que acumula crímenes cuyas víctimas multiplican en mucho a las caídas bajo las dos dictaduras mencionadas. Los antifascistas defensores del último gran fascista de la América Latina.

Ralph Giordano, escritor, guionista, intelectual judío alemán, víctima del nazismo, comunista emancipado de su ideología liberticida, gustaba llamar a los obcecados la “Internacional de los tuertos”. Se refería a quienes viven cómodos en democracias, pero jalean con impudicia méritos de regímenes comunistas como el de impedir la huida a sus súbditos, perseguir con pena de muerte a quienes desafían sus órdenes absurdas y, ante todo, cosechar miseria. Estos “tuertos obcecados” son los defensores a ultranza de sistemas que no soportarían para sí mismos, pero con los que colaboran y trafican visados y favores, coches, bonos y boletos, contactos, puros habanos y souvenirs. Forofos de la libertad parecen resignados a medrar de la necesidad, la humillación y la falta de libertad de los cubanos y sus hijas.

Entonces creíamos que la pesadilla acababa también en Cuba. No. Hay menos resignados y más irredentos. Con dinero venezolano, apoyo en La Paz, en Caracas, en Buenos Aires, Quito y Madrid, tienen un lema revitalizado: “El mal es Occidente”. El relativismo moral del izquierdismo europeo actual hace del criminal agonizante Castro un estadista decente; del fanático muerto Che Guevara, un mito, y de los etarras muy vivos Otegi y De Juana, “hombres de paz”. Si en su día Sajarov era un saboteador, hoy es el demócrata cubano Carlos Alberto Montaner un “terrorista”, y todos los que no digieren el mencionado relativismo, unos “fascistas con aguiluchos”. No es buen balance.

HERMANN TERTSCH 06/03/2007

La Fundación Mare Nostrum estuvo el 3 de Febrero en Madrid por la libertad.

POR LA LIBERTAD, DERROTEMOS JUNTOS A ETA. NO A LA NEGOCIACIÓN

“Si me matan, no quiero que digan en mi epitafio que moría por la paz, sino que luché por la libertad” Mario Onaindia.